-Eres libre de Artemisa, Zarek-le dijo Astrid al oído-. Has sido declarado inocente y eres inmortal. Dime, ¿qué quieres hacer durante el resto de la eternidad?
-Quiero tumbarme en la playa, en algún lugar cálido.
A Astrid le dio un vuelco el corazón a escuchar esas palabras. Como una estúpida, había creído que diría algo sobre ella.
-Ya.
-Pero sobre todo-añadió él al tiempo que se daba la vuelta entre sus brazos para mirarla-, quiero cabrear a todo el mundo.
-¿A todo el mundo?-preguntó Astrid con el corazón aún más destrozado.
-Claro-respondió Zarek con una extraña sonrisa-.Tal y como yo lo veo, si me separo de ti, solo sufriremos tú y yo. si te llevo conmigo, se cabrearán todos menos nosotros, sobre todo esa cosa sarnosa a la que llamas lobo. Y eso me atrae un montón.
Astrid enarcó una ceja al escucharlo.
-Si estás tratando de cortejarme con eso, príncipe azul, te has...
Zarek interrumpió sus palabras con un beso tan maravilloso que a Astrid comenzó a darle vueltas la cabeza. Su corazón comenzó a latir a toda prisa.
Él le mordisqueó los labios antes de apartarse un poco para mirarla.
Él le mordisqueó los labios antes de apartarse un poco para mirarla.
-Ven conmigo, Astrid.
-¿Por qué debería hacerlo?
La mirada de Zarek la atravesó.
-Porque te amo, e incluso si estuviera tombado sobre el sol, me congelaría si no estuvieras conmigo. Necesito mi estrella para poder escuchar las risas.
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